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Durante casi un siglo, depositar los ahorros en un banco con seguro federal ha sido una cosa garantizada: si la institución quiebra, hasta 250.000 dólares de tu dinero estarán protegidos.
¿Y si deja de serlo?
La promesa del seguro bancario —un principio de la protección del consumidor en Estados Unidos desde la Gran Depresión— está siendo puesta a prueba por una crisis que se cierne sobre prestamistas que solo operan por internet y que suman cientos de millones de dólares en depósitos. Las cuentas de los clientes han sido congeladas, impidiendo a la gente retirar los ahorros de toda una vida. La mayoría de los depositantes no tienen idea de dónde ha ido a parar su dinero, ni si podrán recuperarlo.
La crisis se desencadenó esta primavera con la quiebra de Synapse Financial Technologies, un tipo de empresa de la que probablemente nunca hayas oído hablar a menos que hayas leído la letra pequeña de tus estados de cuenta. Operaba con software bancario para prestamistas en línea de rápido crecimiento con nombres como Juno, Yieldstreet y Yotta.
Con el respaldo de algunos de los mayores inversores de capital riesgo de Silicon Valley, estas empresas emergentes ofrecen cuentas con comisiones más bajas y tipos de interés mucho más altos que los bancos tradicionales. Sus elegantes sitios web anuncian un seguro de la Corporación Federal de Seguro de Depósitos (FDIC por su sigla en inglés), la agencia de Estados Unidos que se compromete a devolver los fondos perdidos.
A diferencia de las serias instituciones tradicionales, el argumento de este grupo es que la banca puede ser realmente divertida. “Juega. Gana a lo grande”, dice Yotta, que cuenta con un sistema similar a la lotería que aumenta los beneficios de algunos clientes afortunados.
Este modelo es cada vez más popular —sobre todo entre veinteañeros y treintañeros— y legal.
El problema es que, aunque estas empresas emergentes parezcan y se sientan como bancos, no lo son. Se limitan a recaudar el dinero de los clientes y a transferirlo, a través de intermediarios de tecnología financiera como Synapse, a bancos tradicionales que pueden tener tan solo una sucursal física y una presencia mínima en internet. Los bancos, entre ellos Evolve Bank & Trust, de West Memphis en Arkansas, son los que realmente gestionan el dinero de los depositantes.
Si un eslabón se rompe en esta secuencia, puede resultar demasiado complicado para la gente acceder a sus fondos.
Cuando se declaró en quiebra en la primavera, Synapse declaró que solo disponía de 2 millones de dólares en efectivo y que debía múltiplos de esa cantidad.
Poco después, los titulares de cuentas en Juno, Yotta y otros lugares, con casi 300 millones de dólares en depósitos acumulados y sin relación directa con Synapse, ya no podían acceder a su dinero.
El único de los antes mencionados que es un banco registrado y, por lo tanto, está cubierto por el seguro de la FDIC, es Evolve. Y como Evolve no quebró, los clientes de los prestamistas en línea no podían acogerse al seguro bancario federal automático.
“Realmente no tiene precedentes”, dijo Jason Mikula, un exgerente de producto de Goldman Sachs que ahora escribe un boletín financiero. “No hay ninguna autoridad directa y legal para que intervenga el FDIC o cualquier otra agencia”.
Las empresas implicadas se acusan las unas a las otras. Yotta, que en repetidas ocasiones anunciaba sus productos como “asegurados por la FDIC”, ha dicho a los clientes que no podía ayudarles porque no tenía nada del dinero en su poder. El fundador de Synapse, Sankaet Pathak, culpó a Evolve, escribiendo en una publicación en Medium que era “innecesario y punitivo” que el banco congelara los fondos. Ni Pathak ni los representantes de Juno y Yieldstreet respondieron a las solicitudes de comentarios.
El fundador de Yotta, Adam Moelis, hijo del prominente banquero de inversión Ken Moelis, dijo que asumía la responsabilidad de tratar de resolver la situación, pero no de causarla: “La responsabilidad de los bancos y de Synapse era almacenar y mover el dinero y llevar a cabo una supervisión adecuada”.
Y añadió: “Esto es algo básico. Aunque nos sentimos fatal por el impacto que esto ha tenido en nuestros clientes, que estas partes sean incapaces de contabilizar y conciliar decenas de millones de dólares no es culpa nuestra”.
Incluso para los expertos, lo que suceda a continuación no está claro. Aunque parte de los 300 millones de dólares congelados en cuentas bancarias ya se han entregado a los clientes, según los documentos presentados en el proceso de quiebra de Synapse, el fideicomisario designado por el tribunal de la extinta empresa ha declarado que existe un “déficit” de hasta 95 millones de dólares en los fondos que Synapse gestionaba para los prestamistas.
Thomas Holmes, portavoz de Evolve, declaró que, a la espera de las indicaciones del tribunal, el banco retenía 46 millones de dólares de los fondos porque había descubierto “numerosas discrepancias significativas” en la documentación de Synapse.
El juez del tribunal de bancarrota ha dicho que sospecha que nunca se encontrarán decenas de millones de dólares, pero que no tiene el poder para obligar a los reguladores a intervenir. “Esta es una situación muy, muy inusual”, dijo el juez Martin Barash en una audiencia la semana pasada.
En esta cinta de Möbius hecha de culpas se retuercen los clientes, a los que estas empresas emergentes de préstamos llaman “usuarios finales”. Para tener una oportunidad de recuperar su dinero, primero tienen que averiguar quién lo tiene.
A muchos se les dijo en un determinado momento que tenían tarjetas de débito y cuentas en Evolve, pero ahora se han enterado de que era otro banco no identificado el que tenía su dinero. Holmes, de Evolve, dijo que el banco “transfirió todos los fondos de los usuarios finales” a otros bancos a petición de Synapse, pero no quiso identificarlos. “Es complicado”, escribió en un correo electrónico el viernes, negándose a dar más detalles.
En entrevistas, los clientes se mostraron sorprendidos al saber que no tenían derecho a un seguro federal inmediato.
“Todo me sonaba como un banco normal”, dijo Erick Baum, de 45 años, un profesional de la tecnología de la información en Sacramento, quien transfirió aproximadamente 30.000 dólares de sus ahorros de JPMorgan Chase a Yotta después de oír hablar de este en un popular canal de consejos financieros en YouTube.
A Mark Hingle, paramédico de Gretna, Luisiana, le irritaba que los reguladores no intervinieran, pese a que el año pasado se apresuraron a ayudar a prestamistas en apuros que atendían a clientes adinerados, como Silicon Valley Bank y First Republic. En esos casos, los depositantes tuvieron acceso a sus cuentas pocos días después de que los reguladores organizaran subastas de los bancos caídos y desplegaran fondos federales de seguros.
“Yo no jugaba con este dinero”, dijo Hingle, de 33 años, quien tiene 60.000 dólares atrapados y dijo que no podía pagar una cirugía de espalda sin acceder a sus ahorros. “Pensé que era un banco asegurado por la FDIC”.
Representantes del FDIC y de la Reserva Federal, el principal regulador bancario, declinaron hacer comentarios. Un portavoz de la FDIC se refirió a una carta enviada por el regulador al administrador de la quiebra en la que afirmaba que la bancarrota de Synapse le parecía “profundamente preocupante” y que había respondido a más de 1000 quejas y consultas de personas que no habían podido acceder a sus fondos.
El martes, el presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, dijo ante un comité del Senado que el banco central estaba “alentando firmemente” a Evolve a poner dinero a disposición de los depositantes, pero dijo que no tenía poder sobre Synapse o los prestamistas en línea.
En la audiencia de quiebra de Synapse la semana pasada, una depositante, quien dijo que estaba a punto de vender su casa para pagar sus cuentas, señaló que había presentado decenas de solicitudes de ayuda a la FDIC. La única respuesta de la agencia, dijo, fue una copia de las respuestas a las “preguntas más frecuentes”.
Otro depositante dijo: “La FDIC ha desviado la responsabilidad al consumidor”. Un tercero aseguró antes al tribunal que estaba contemplando la posibilidad de autolesionarse.
El juez Barash dijo que no tenía respuestas. Sugirió que los depositantes podrían contratar a sus propios abogados para demandar a los implicados.
Rob Copeland es un periodista financiero que escribe sobre Wall Street y la industria bancaria. Más de Rob Copeland